Vamos, que si pasamos frío este invierno es casi porque queremos. No será por la falta de astucia institucional y tormentas de ideas por parte de la clase política que han ido sucediendo sin ton ni son desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania.
Aunque bajemos el IVA y el termostato nos dicen que usemos más ropa de abrigo en casa, comamos menos carne, tiremos de mantas por casa como una segunda piel, nos echemos un edredón más fuerte, recurramos a la bufanda de siempre ahora que en verano quitamos las corbatas, practiquemos duchas más cortas o en su lugar, acudamos a gimnasios y baños públicos para ahorrar agua caliente en casa.
Hacer dieta no nos vendría mal para acabar de paso con el sobrepeso, nos faltaría por oir. Las lavadoras se tenían que poner antes de madrugada, ahora ni se te ocurra y si lo haces con programa en frio para no gastar demasiada luz. Hay universidades que van a cerrar la calefacción y colegios que restringirán el uso por el disparo de la factura energética. Hay que recordar que durante la pandemia los estudiantes asistieron a las aulas en pleno invierno con las ventanas abiertas y nadie se congeló.
Eso sí, lo que no gastamos en medidas eficientes de calado lo hacemos en un potosí en igualdad y veleidades ideológicas. Si lo invirtiéramos en aislamiento térmico y acústico de equipamientos municipales y el parque de viviendas antiguas, nos saldría más a cuenta. Incidir en el hecho de ser el país con mayor nivel de contaminación lumínica y derroche hídrico, no estaría de más por llevar años sin tomarse cartas en el asunto y remediar la situación. ¿Cuántos municipios de toda nuestra geografía han cambiado su alumbrado por otro más eficiente? Y no es cuestión de inversión, porque hay empresas del ramo que costean el desembolso con el ahorro municipal de la factura conseguido sin coste alguno para el contribuyente.
El autoconsumo se ha puesto de moda, pero la burocracia es ingente para aspirar a alguna subvención pública. En no pocos casos, los pomposos anuncios no se corresponden luego con las ayudas directas para los Plan Renove de las calderas, ventanas y fachadas. En otros casos, las grandes energéticas hacen lo imposible para retrasar el pago de compensación al usuario que marca la ley pese a tener toda la documentación validada desde hace años.
Y luego dicen de dónde vienen los excedentes beneficiarios de esas compañías. Que tampoco nos llame la atención si esas presuntas ayudas fiscales encubiertas pasan al poco tiempo a tributar en la declaración del IRPF, con lo que se esfuma la generosidad del Estado terminando pagando de tu bolsillo la inversión.
Para más inri, están luego las variedades autonómicas, cuyas medidas difieren de comunidad a comunidad como si fuéramos españoles de distintas clases. Y aún así, sacamos pecho en renovables pero descuidamos la biomasa y el biogás mientras se incendian nuestros bosques todos los veranos. Ahorrar energía -decían en el ejecutivo- se consigue reemplazando los electrodomésticos antiguos por otros más eficientes, y los coches de combustión por otros eléctricos o de fabricación nueva. Como si las familias nadaran en la abundancia y la crisis más grave de todos los tiempos fuera ajena a los españoles.
Dicen que tenemos que cerrar las puertas y apagar las fachadas pero yo las sigo viendo iluminadas cuando circulo de madrugada. Los horarios irracionales también contribuyen al derroche energético sobre todo en las empresas privadas. Pero sancionamos el teletrabajo porque los jefes en España no se fían de eso de trabajar en calzoncillos o la bata puesta en casa.
Hay empresas públicas que antes de la pandemia abrían en sábado pero se conoce que le han cogido gusto echar el cerrojo esa jornada por mucho que el virus haya desaparecido. El prime time sigue disparado pero no importa porque nos encanta trasnochar y no rendir al día siguiente aunque nos falte gas, petróleo y la electricidad esté disparada. Paradójicamente los anuncios caros se cotizan a esas altas horas cuando Europa se ha echado a soñar.
La nefasta señalética en la vía pública y la ausencia de callejero completo igualmente ahorraría combustible para dar con el destino deseado. Esta mala costumbre de no señalizar adecuadamente las calles ni las viviendas perdura desde antes de la aparición de los primeros GPS hace ya varios decenios. Los atascos en los puentes son frecuentes porque el federalismo no ha llegado aún a los días festivos. Y nos echamos todos y todas al arcén como dirían los cursis de la inclusión idiomática.
Te animan a caminar más, recurrir al transporte público y subvencionan el billete pero hay aún cientos y miles de poblaciones del extrarradio con conexiones desastrosas al centro de las ciudades. En no pocas ocasiones hay que recurrir al vehículo propio con etiquetas ambientales que pronto caducan y amenazan con sancionar porque el transporte público no llega ni se le espera. Que se sepa no tenemos noticia de que los políticos hayan renunciado al chofer con escoltas y acuda al puesto en transporte público.
Ahorran en sortilegios pero la propaganda no tiene límites y registra cifras récord. Vamos que ahorren otros. Los carriles bicis aún están muy lejos de los objetivos marcados por Bruselas en la Agenda Europa 2030. Su uso, aunque haya mejorado, sigue siendo un medio de transporte de alto riesgo en las grandes ciudades. Nos hemos creído durante años que tener coche propio es subir en escalafón social aunque matemos el planeta. Y así nos va.
Pero no, en España somos de grandes anuncios con aspavientos verbales y justificadísimas campañas públicas para recordar que el Gobierno de España te manda ahorrar energía, mientras el ejecutivo entero abusa de la exclusiva tarjeta de viajero frecuente en Falcón para trayectos que otros mortales irían por tierra. “Porque yo lo valgo”.
No contaminan la tierra pero sí el aire porque el tiempo es oro falso cuando hay tiempo de sobra de llegar a destino con algo de organización. De ahí por otro lado la insana costumbre de talar árboles en las ciudades y la excesiva exposición al sol de las aceras, aunque se haya demostrado que las zonas verdes mitigan la temperatura ambiental, el cambio climático y ahorran energía.
Pero flexible no es la vanidad ni el ego del astuto político. Son de los que a “Dios ruegan pero con el mazo dando”. La incompetencia se ha adueñado en la percepción social, en especial por falta de muestras ejemplarizantes de los que imparten dogma. Nos resistimos al cambio aunque esté demostrado que haya fracasado el modelo actual y nos resulta más facilón la bronca. Pero ahorrar que ahorren otros por que “yo (casta) no puedo” o no quiero.
En todo ello, en los planes, propuestas, iniciativas, anuncios y compromisos brillan por su ausencia una afronta más descarada por la digitalización, que se supone puede aprovechar el potencial de ahorro y emprender un nuevo rumbo de convivencia ecosocial. No será por falta de los presupuestos generales del Estado “más sociales “ (sic) de todos los tiempos con deuda incluida. Si acaso por la abundancia de mentes analógicas y la escasez de apóstoles digitales.
La inminente recesión energética, climática y económica no reconoce clases sociales ni nos salva de tanta astucia institucional. Y si alguien seguro me interpela, contesto: “Por respeto a la cerámica y al esmalte de Alicante, no voy a responder a más preguntas”. @mundiario
El autor, IGNACIO SÁNCHEZ, colaborador de MUNDIARIO, es consultor y autor de libros y enseñanza superior. Fue periodista financiero y corresponsal en varios países para medios fundamentalmente de habla hispana. @mundiario
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